Por ello, recomendamos diferenciar entre pesadillas y terrores nocturnos.
Las ideas principales las hemos hemos recogido de los diferentes artículos i investigaciones que hemos leído sobre el tema y son los siguientes:
El miedo es el mecanismo informativo que tenemos para sobrevivir y que nos avisa de que algo está pasando. Hay muchos tipos de miedos: a quedarse solo, a lesionarse, miedo a perderse, a una persona, a un objeto o a un espacio, a los ruidos, a los animales…
Cuando las y los niños tienen miedo recurren a la imagen de referencia, pidiendo confianza y seguridad. La intervención de las personas adultas consiste en ayudarles a desarrollar estrategias y capacidades para gestionar sus miedos, proporcionándoles los recursos necesarios.
Para ello, el/la adulto/a debe actuar de forma racional e intentar comunicarse al mismo nivel que el niño o la niña, actuando de forma empática (¿cómo te afecta?, ¿cómo ha ocurrido?, ¿cómo te sientes?, También nos pasa a los adultos, Hay diferentes formas de afrontarlo).
Por otra parte, la persona adulta no entrará en teorías basadas en pensamientos. Porque las frases basadas en los pensamientos ("no pasa nada") no les ayudarán.
Del mismo modo, si la persona adulta no puede combatir ese miedo, porque también lo tiene, conviene intentarlo con la ayuda de otra persona adulta.
Entre los miedos, los más comunes entre los niños y las niñas más pequeñas son las pesadillas y los terrores nocturnos. Por ello, será importante distinguir la diferencia entre ambas:
Los terrores nocturnos se producen en el primer tercio del sueño, en la fase más profunda del sueño. Es una especie de sonambulismo y puede durar 5-15 minutos. No tienen consecuencias ni causas físicas ni psicológicas. Por lo tanto, no tienen consecuencias en su vida cotidiana.
La mejor forma de intervenir es esperar a que pase. Aunque en algunos casos se puede repetir, lo normal es que vaya desapareciendo. En caso de empeoramiento de la situación, habría que recurrir al pediatra.
Las pesadillas, en cambio, ocurren en el último tercio del sueño. Como el niño o la niña está medio despierta puede dejarle un mal recuerdo. La persona adulta en este caso debería tranquilizarle y analizar por qué le puede pasar (por ver mucho la tele, echa de menos a alguien, le sucede algo en el ámbito escolar). Lo normal es que poco a poco vaya desapareciendo y si la situación no mejora habría que recurrir también al pediatra.
No olvidemos que los miedos son recursos básicos para sobrevivir